¿Usted sabe por qué las sillas de las óperas, teatros,
cines , etc, siempre fueron rojas hasta que llego la modernidad del pelotazo y
las pinto de azul? Si puede cuéntemelo que uno acumula saberes. Aunque le
parezca una estupidez. No lo es.
Ahora, que se gastan lo que no tienen a toque de mercado,
rememorando que alguna vez celebraban que en las noches eternas de invierno pre
televisivo aparte de dormir, leer, comer y follar, por orden inverso, poco más
se podía hacer, el pueblo busca algo rojo que ponerse para que la desgracia no
lo pesque a la entrada del Enero desalmado.
Al cine a donde fui ayer, el rojo además de en las sillas abundaba también en otras partes. Desde los tenis yo protesto que soy joven, hasta las piernas de gacela de la reina de los mares intelectuales. De la película no les cuento. Un bodrio intelectual para deprimirse más. ¡Maldito amargado que eyacula reseñas de películas en los periódicos!
Pero allí sentado, en la obscuridad, uno imagina películas heroicas, de las que estamos necesitados, con banderas coloradas al aire, que estamos en miserable navidad.
¿Usted sabe porque unos sacaban la roja y otros la negra? ¿Por qué los campesinos europeos, cabreados, abanean la bandera negra cuando toman las calles de Bruselas? ¿De dónde viene la estrella roja de los patriotas de mi infancia?
¿Pero usted que sabe? Póngase algo rojo que estamos de navidad y de cabreo, y de paso a ver si le contagian las ideas. No me negara, que puestos, de rojo proletario, cualquier labio rojo es más apetitoso que un miserable azul.
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