martes, 1 de enero de 2013

Paneuropea



Partimos entre lusco e fusco. Lo que a usted le suena a chino. Es la expresión perfecta para definir la hora precisa. Solo pudieron inventarla los gallegos. Ese momento preciso que no es día ni noche. Ni hacia arriba ni hacia abajo. El instante en lo que todo es posible. Levantarse con la aurora que viene o seguir durmiendo con el crepúsculo que definitivamente ya no está. Todo un manifiesto de eso que los gabachos llaman nuance y que los iberos árabes jamás comprenderán.

A esa hora la carretera está más viva que un burdel en noche de sábado. Plagada de esos suicidas que el mundo se empeña en llamar camioneros. Lo de suicidas es literatura elegante, por la forma. De no llamarles hijos de puta. Montones de descerebrados que borrachos de sueño y alcohol encabronan a las máquinas y al pueblo haciendo volar toneladas por donde no se puede ni les dejan.

Asalariados de su miseria y el hambre de sus barrigas. Los importaron las grandes empresas de transportes del oeste europeo. Esclavos ex-comunistas sin educar que se vendieron al mejor postor de la barbarie del capital. Hoy están arruinando a los camioneros propietarios de los países sureños incapaces de pagar las letras de los iveco y man ya que no hay carga. Mientras ellos malviven su miseria de ser escupidos como esquiroles que también son. Hoy son, también, los mayores causantes de accidentes con muertos de las grandes autopistas paneuropeas.

Frente a ellos están los europeos que disciplinados en el arte de llegar a su destino, viajan a lo que se puede más que a lo que les dejan. Ya nadie se cabrea ni desmadra so pena de ser exterminado por el ojo del radar que siempre te caza y siempre cobra.

Atravesamos Holanda, Alemania, media Suiza…para después de 7 horas y pico allí, a lo lejos, ver la silueta de los Alpes que te invitan a llegar. Llegaremos.

 

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