Está en una de las 9 calles del Jordaan. A mano izquierda
viniendo del centro. No se ve si va de prisa. Que para los faltos de tiempo no
hay ojos que se premien. No se sabe si fue pre o post. Es la entrada de una
casa. Es la entrada de un café para modernos, post, turistas, locales,
ginebreros, damas de placer. Estaba cuando llegaron. Los azulejos. El café.
Allí están. Azulejos que no vienen del sur. Por mucho que
se empeñen los más. Muchos son productos de la tierra. El azul holandés de
Delft. Muchos más provienen de Polonia y países de la estepa. De despistado le
colgaron alguna geometría portuguesa. Dicen. Lo que discuten a muerte.
Forman un mosaico discontinuo. Allí donde se discute si
hay que identificarse para fumar un porro o en democracia fumas y no más. No
tercie en la discusión y siga contemplando los azulejos. Si tuene suerte y se
atiza de Jenever, tradúzcalo como ginebra pero no lo confunda, acabara haciendo
arabesco con las filigranas de cartabón.
Luego dicen que en Ámsterdam no hay que ver. Gratis. Algo
único en el norte.
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