Es tradición
antigua. De lecturas variadas. Dicen los racionalistas que después de pasar el
duro invierno holandés en la cuadra, los
caballos de tiro eran sacados del estercolero y llevados a la playa por los campesinos . Además
de la lavada general, el yodo del mar, usted sabe, lo cura todo. Para los no
versados: los caballos fueron los animales de tiro en la campiña holandésa
antes de la mecanización universal. Siempre. Allí jamás usaron vacas para arar.
No las necesitaban. Tenían unos monstruos de tiro perfecto: los caballos
frisones.
Los creyentes,
lea acojonados, mantienen todavía que no era mas que una procesión para lavar
los espíritus malignos. No fuera a ser que derrengara con el trabajo –
excesivo- bajo el buen tiempo de la primavera verano.
Lo que le plazca.
Renesse es uno de
esos lugares que usted no visitara ya que sigue empeñado en no pasar de Ámsterdam
y alrededores. Su problema. Allí están las míticas playas del Zeelandia. Donde
siempre hace buen tiempo, aunque tengan temporal. Esos pueblos que siguen el decurso
de la historia escondidos detrás de la duna. Esa que un día se llevara el mar por delante. Que siempre se
lleva todo lo que es de el. Por eso allí no hay nada ya que lo sensato es estar
donde no te coja la ola. Ese nada que lo convierte en una de las últimas
fronteras de la Europa superpoblada.
Allí estaban hoy
los modernos caballeros. Holandeses, belgas, alemanes. Procesión de amadores de
esas bestias que algún día fueron de tiro y hoy corretean por la playa vacía.
Siempre vacía. O llena de viento y lo que cuadre.
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