martes, 13 de mayo de 2014

Calgary Beach

 
Los que nos educamos en la beira del mar Ártabro aprendimos que hay playas de arena blanca, arena, negras, coios y ribera. Otra cosa es imposible. En Mull hay que cambiar el diccionario. Una playa de arena blanca se llama aquí, de plata. Nada de señuelo propagandístico. Se llama así de siempre. Antes de que inventaran a los turistas.

No es baladí. Estos escoceses pertenecieron demasiado tiempo al club de los hijos de la Gran Bretaña. Pierden el culo por todo lo que sea capital.

Buscando la arena plateada del folleto turístico nos jugamos la vida por un camino de cabras por el que no pasa ni un coche. A un lado el precipicio. Al otro lado lo mismo. El pueblo acompañante reza en silencio a lo que sea. ¿Como les explico? Disfrutar de los badenes de la carretera a 20 km por hora. Llegas a apreciar la construcción del Land Rover que nos lleva, hecho para estas pistas.

Llegar a la playa es de final con tutti: de golpe frente al océano y la campiña tipo que verde era mi valle

Después de la caminata a la punta de llegar a los extremos, nos zampamos un bocadillo de queso con anchoas de campeonato. Frente al mar océano. ¿Quien ha dicho que los paraísos ya no existen?


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