sábado, 9 de octubre de 2010
El gusto por lo clásico o la necesidad del lujo
Si algo compartimos las distintas tribus europeas es la fascinación por lo antiguo. Jamás vera a un chino o africano interesarse por ruinas. Posiblemente tiene razón. Los objetos antiguos son en términos económicos un despilfarro. Mantener cualquier catedral del XXII, un barco de vela del XIX, o cualquier pintura de siglos eternos es un derroche. A demás, ¿para qué sirve?
Antes que me salgan con el cuento de la cultura y tradición les diré que si hay pueblos atados a estos conceptos son los chinos y africanos. Se trata de otra cosa.
El gusto por lo antiguo, que no viejo, está anclado en el culto a los mitos, el soporte de nuestra filosofía moral. Somos lo que somos ya que hemos creado numerosas imágenes culturales, que de una generación a otra nos cuentan cuales son los límites del bien y el mal.
Un lujo que no abandonamos y no debemos aparcar. Es evidente que el barco que acompaña este post sale más cara que cualquier container de poliéster hecho en serie en Beneteau o Bavaria. Mantenerlo es un despilfarro de euros y tiempo. Verlo es un regalo para el ojo. Y la mente. Sin enterarse lo asociara a el pirata de turno, la pesca del atún, la mítica terranova, el contrabando de ron, el sueño de la libertad, la esclava raptada, la reina de sus mares, el trafico de lo que sea. Frente tamaños argumentos poco importa que tarde eternidades en devorar millas. La imaginación y el deseo no se desborda con el perfecto poliéster de la modernidad.
Lo clásico es un lujo tan necesario para la vida como el aire que respiramos. Disfrútelo mientras pueda
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