sábado, 19 de marzo de 2011

Viena, entre la opera, Mozart y los valses






La banda con la que he viajado a Austria decidió sacar la vena cultural. Rebuscando en los fondos de la cartera nos fuimos a la opera. La Staatsoper.
La elección es importante. En Viena es el turista asaltado al estilo marroquí por cientos de tipos disfrazados de Mozart, en rojo, o esbirros del emperador con tricornio guardiacivilero, en negro. Intentan venderle entradas para cualquier cosa que suene a música. Mozart es lo abundante, pero los acordes burgueses de Chopin no se quedan atrás. Incluso algunos, buscando agujeros en el mercado, se atreven con Malher y alguna obertura Wagneriana. La elección es amplia: Volksoper, Musikverein, Staatsoper, Konzerthaus…que no lo engañen. Muchos de estos conciertos ofrecidos por bandas de estudiantes de conservatorio. Si no fuera por el precio, asalto a mano armada, no tendría desprecio.
La Staatsoper es otra cosa. Cultura subvencionada. Cultura para la burguesía. Cultura para turistas pudientes. Dimos la nota. No es que no fuéramos todos encorbatados y las ninfas sacaran el traje más elegante de la mochila. Nos delatamos por nuestros pantalones vaqueros, nuestros zapatos. Ellas no caminaban en tacones vertiginosos ni llevaban trajes largos. Por no mentarles la pedrería que cuelgan las damas austriacas copiando la moda Sisi.
Aida, de Giuseppe Verdi estaba en el menú. Ya sabe, el amor a la patria a o la hembra, bajo el exotismo egipcio. Digna representación con excelente decorado moderno y una aceptable cantada.
Entre acto y acto nos dimos al champan. Kattus cuvée no 1. Un desconocido para nosotros que si beben los austriacos bajo el lema “Stil hat man. Onder nicht”. Siga con su cava.
Los que por deformación profesional nos dedicamos a la observación del prójimo también disfrutamos del espectáculo que ofrece el público. Ellos con su impecable traje obscuro. Ellas de princesa. Las senectas enseñando las medallas de la familia con el moño bien peinado y recogido en esplendoroso gris. Poca obesidad. Mucho cincuentón acompañado de barbi’s berlusconianas. Jóvenes copiando a papa. Aprendices de ninfa exhibiendo lolas que todavía no tienen. El silencio total del público. Los aplausos en su punto. La corrección de las maneras.
De saliendo maltratamos el estómago a altas horas con asado de ciervo con pasta de sabor aceptable en el bar de enfrente. Es el rito.

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