Hay quien la considera bella. No lo es. Es inmensa. Ceremonial. Imponente. Asoballa la eyaculación exhibicionista de los capitales que la construyeron.
Hoy esta llena de turista y carteristas. Es el juego diario en la plaza. Manadas de turistas de todas las latitudes que fotografía la piedra gris y los dorados del contrapunto. En sus terrazas adornan los latinos su permanencia detrás de las gafas de sol.
Hay que verla. Luego piérdase por sus calles laterales. Para volver a entrar en ella y darse cuenta de las dimensiones del poder del capital que la creo. ¡Cuánto palacio de invierno queda por derruir! ¿O era tomar?
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