lunes, 26 de diciembre de 2011

Siempre fuimos muy rojos


Aquí siempre fuimos muy rojos. No me refiero al bulímico ese que robo la cocacola a los emigrantes alemanes en New York. Lo de la navidad nos la trae floja. No crea. Aprovechamos como todos para follar y dormir. No más.
El resto, lo cotidiano. Pero estará conmigo que la disculpa para hacer el rojeras es perfecta. Aquí nos tiene. Langosta viva que tras la represión consabida se pone roja de indignación. Acompañada en la ocasión de elixir rojo de los trapenses de Chimay. Exquisito brebaje rojizo de los monjes belgas, que no solo hay que beber vino.
Receta no hay. Cuando el agua, al que ha añadido sal, cebolla y laurel, se ponga a hervir, meta las langostas en la tartera como quien extermina al dictador. 20 minutos de cocida a fuego vivo. Déjelas enfriar un poco, y luego al comer, cante: En pie esclavos de la tierra, en pie famélica legión…

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