miércoles, 15 de febrero de 2012

Viejos con dos pares de Beiras


A este señor al que le robe la foto no lo conozco. Lo veo algunas veces en un bar de la capital belga. Cerca del Sablón. Un barrio de siempre. Mantiene tertulia con otros apasionados. No piense usted que hablan de enfermedades. Allí se destroza el mundo. Se combate a los iphoneros. Se descojonan del nivel intelectual de los twitteros. Ríen las bromas del amigo. Escupen el expolio del capital. Afirman que la generación narcisista debe ser capada para que no se reproduzca. Esperan asaltar el Palacio de Justicia, a la vuelta de la esquina… Son viejos pero les mueve lo que les ha permitido llegar hasta hoy: los elixires trapenses y la pasión por cambiar el mundo.
En la tribu donde nací, otro viejo, de setenta y tantos años, ha puesto el país en movimiento abandonando el partido que ayudó a fundar hace 30 años. No por falta de medallas, que las tenía todas, si no por llegar a la conclusión de que si deja de pedalear se cae de la bicicleta. A sus años, la caída, es romper la cadera. Ya sabes, vas servido dirección al camposanto.
Lo han puesto a parir. El aparato. Los resentidos. El leninismo. La masa de apaludidores. Los capados física y mentalmente. Los así me sacas el puesto.
Lo han aplaudido otros. Los que siguen llevando los rizos de la rebeldía, aunque se hayan quedado calvos.
Yo le pongo varias velas, como ateísta militante. No sé muy bien de qué va la disputa. A más de 2300 km se pierden los detalles. Pero Xose Manuel Beiras, aquel tipo con el que compartimos cafés en las noches del Derby compostelano mientras nos explicaba el mundo, demostró que a sus 73 años, mentalmente, se le sigue levantando. No, no les hablo de sexo. Les mento el paradigma numero 1 de la fisiología. La vida pues: Todo órgano que no se usa, se atrofia

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