domingo, 20 de mayo de 2012

La noche de Den Osse


No es un truco. Tampoco un juego de luz. Es lo que ven tus ojos cuando amaneces a las tres de la mañana en un puerto “deportivo”. Todos duermen. De sueño o de alcohol. Ninguno folla. Todos los mareantes se han hecho mayor y a sus años, los polvos, si los hay, son a horas santificadas.
El único ruido que hay es el del viento. Marcando el ritmo con el sonido de las cuerdas múltiples que chocan contra mástiles, amarres y lo que se ponga por delante. Alguna bandera se agita. El resto son luces que van y vienen. Como el faro de Ouddorp. Allá a lo lejos. Que se deja ver en la noche estrellada.
Más no hay. Silencio. Roto por la meada que cae sobre el agua. A estas horas, además de follar, el único motivo para despertarse: desaguar la vejiga.

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