Pasear por las Rúas compostelanas empapándose de granito se ha convertido en un
acto heroico. Lo que tras muchos años de lucha se había convertido en un
refugio para peatones vuelve a ser pasto de descerebrados en sus vehículos. ¡Vaya
espabilado si no quiere visitar de paso el Hospital Clínico Compostelano!
La ciudad vieja se ha convertido desde que tienen nuevo
alcalde ppepero –una vez retirado al anterior, de la misma tribu, por mangancia
tributaria- en parque libre donde circulan a velocidades prohibitivas y a todas
horas taxistas, repartidores de cualquier paquete o botella, los políticos de
la misma cosa, los autorizados que son todos los de la clase “yo soy importante”.
Los atónitos peregrinos después de hacer millas todavía no se lo creen. ¡Apártate
chaval que ese joputa te lleva por delante! ¿Pero aquí pueden andar coches? Los
que tu quieras.
La pequeña burguesía local no pudo resistir que el primer
alcalde socialista de la democracia, Xerardo Estévez, arquitecto viajero,
cerrara el parque de piedra. Se le amotino el comerciante cosmopaleto al grito
de que los iba a arruinar. Arruinar arruinaron. Pero el verdugo fue otro. Las
grandes superficies comerciales que tanto priva a los hispanos. Otra historia
para otro día.
Desde aquella siguen en guerra. El coche hasta la
puerta de la casa aunque la carga no pase de una riestra de chorizos. Si las policías
varias patrullan en sus carros, que andar a pie es muy cansado, que menos el
pueblo señorito.
Explicarles las ventajas del granito libre es un sinsentido. Cuando no
se quiere oír no hay mensaje que entre. Usted ya sabe. Ponga el oído si va a
Compostela. ¡Que no lo transformen de peregrino en difunto! Ya sabe que esos galaicos
extraños se pirran por las cosas de los muertos. ¿Sera eso?
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