Hoy estamos de fiesta rachada. No porque haya dimitido la Esperancita esa. No tengo el gusto de conocerla. Admitirá usted que a los mareantes, una tipa con colgantes blinblin que vive entre el cemento a las horillas de un riachuelo, no nos emociona nada. Ahí no hubo nunca nada, no salió nunca nada, jamás habrá mas que nada. Como objeto de estudio: ¿Como es posible que la morralla de iletrados la voten una y otra vez?, puede ser interesante, pero le dejamos la tesis doctoral a algún rubio de Texas con beca de formato.
Usted ya sabe que para los ibéricos la respuesta ya esta dada: el sol ablanda el cerebro y mata las conexiones cerebrales.
No, hoy seguimos de fiesta porque parece consolidarse la imagen real del señorito como lo que es: un maligno oportunista capaz de vender a su madre por un plato de ego.
Como a mi lo que va es el caldo de grelos, con patatas y abundante costilla, hemos vuelto a visitar a los frailes trapenses belgas. Esos tipos por los que uno, a pesar de su ateísmo militante, tiene respecto; ya que como he contado en múltiples ocasiones viven de su trabajo y no de la usura. Es mas, parte de lo que embolsan dejándonos disfrutar de Morfeo lo reinvierte en ayudar al prójimo. No siempre como dios manda, pero en cualquier caso no invirtiéndolo en una casulla de terciopelo morado con ribetes en oro. Por no mentarles el manto de la milagrosa, con piedras y azabache, que tejieron las muy inútiles de las madres esclavas… y lo que no se les cuenta.
Chimay es un portento de cerveza. La roja o doble es la cerveza original. Me pierdo con la azul, algo más negra, más fuerte. La blanca, triple, mejora con los años.
Llene el vaso y celebre. Lo que quiera. Que si no estamos mas cerca de la caída de los buitres por lo menos podremos soñar que las ninfas nos abanican y calientan lo que es menester. Es gratis.
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