lunes, 17 de septiembre de 2012

Muros


Hacia mas de veinte años que estuve allí. Recuerdo vagamente la última vez. Muertos de agujetas después de subir –y bajar- el monte del Pindo, con la tropa Compostelana y Cristina como señorita. Era el ritmo trepidante manu militare que imponía don Camilo, el campesino de Centronha.
Muros era un puerto mítico. Un pueblo mítico. Una ría mítica. Era el principio del mundo donde los mareantes sacaban peces serios. Con las pescantinas en los alrededores de la lonja que te vendían lo que quisieras. Los bares y tabernas bajo los hermosos soportales, donde alguna vez colgaron las redes.
Volví este verano. Camino de Cabo Vilano, Fisterra, Camariñas, A costa da Vida. Seguía como siempre. No piense que anclado en el pasado. La modernidad de su flota, esos portentos de acero para marear las olas no permiten juegos baratos. Muros sigue siendo potencia en el arte de vaciar el mar. No lo duden. Lo que conservan es lo otro. El arte de vivir. El beber la Estrella de Galicia bajo la sombra de sus arcos multiusos: Lo mismo protegen del sol que del chubasco. El no haber permitido la destrucción del pasado por la falsa modernidad. El orden granítico.
Si puede quédese por ahí. Cerca le queda Louro. Puede dormir en el Convento de los Franciscanos. O montar la tienda en lo que otra vez fue el huerto del convento. Pierda el tiempo en patear la costa. Las antiguas pesquerías del catalán imperialista. Escuche las historias de los últimos balleneros del país. Contemple las viejas fotos de las proletarias que envasaban las sardinas del Sr. Calvo, el viejo, que el de ahora es impresentable… Puede buscar sus destinos en las guías de viaje. Pero se lo perderá casi todo. Muros es eso: Granito a descubrir

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