Si yo le cuento que lo que ve en esta foto es Rotterdam,
lo más probable es que me diga que no beba. Pues hasta sin beber es Rotterdam.
Hilligersberg. La montaña de Hilliger.
Una broma siendo uno de los lagos de Rotterdam. Calles de pudientes y aguas para
combatir la opresión del cemento.
Rotterdam, primer puerto de Europa, fue una ciudad
hermosa. Quedo completamente arrasada por los vecinos alemanes que tanto nos querían
y nos quieren. No dejaron dos ladrillos amasados. Del trauma, de la necesidad,
se repuso a golpe de cemento en una versión del feísmo que se desconoce en el
sur: la eficacia. Todavía hoy están pagando la desfeita.
Frente al cemento horroroso van levantándose nuevas zonas
donde se acumulan construcciones modernas bien realizadas junto a la recuperación de algún edificio antiguo.
Es el sur, la zona de moda. Es la copia serena de la ciudad postmoderna que
quisiera ser. No lo han conseguido del todo. Rotterdam sigue siendo una gran aldea
donde los emigrados de todas banderas se juntan en nichos étnicos ignorando al
vecino. Es el monumento colectivo al fracaso de la sociedad multicultural. La
quimera que en ningun lado existe.
No importa. Hasta de los experimentos fracasados se
aprenda. Hoy todos saben que el único modelo serio es el de la asimilación pública
y la permanencia privada a tu infancia.
Nos subimos al bote y navegamos en una exquisita tarde de
domingo, bajo el sol, el viento lánguido, los botes de los scouts bajo el
molino, las copas de champagne y proseco… Es el Rotterdam de siempre. El de la
Holanda acogedora y atrayente. ¿Entiende usted por que se empeñan en vestirse
de chilaba y entre el hormigón reivindicar el cordero alimentado de la
hambruna?
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