Pero no les vendo el hotel. Que a mi tampoco me da para dormir allí. A ella si se la vendo. Como se vende ella. Atada a su iphone ultimo modelo. Escondida detrás de las gafas de Hermes. Combinada sin estridencias. Con ese toque chic que no se nota y todos ven. Nadie negara que es rica. Todos saben que lo lleva en la sangre. De nacimiento. Puede que no fuera a colegio de lujo. Seguro que fue educada por las monjas. Esas que enseñan entre los preceptos dominicales el de mentir a mansalva para mantener la homeóstasis del poder. El de ella.
Princesas como estas no se ven en cualquier lado. Por mucho que usted insista no hay ninguna en el villorrio de la meseta. Alguna se pasea por las tapas caras de la Diagonal mientras se viste en Burberrys y menea el bolso de Dior. Los machos las adoran aunque les queden a distancia. No se engañe. Son de plástico. Como su revolución.
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