Estos dos libritos me persiguen desde hace un tiempo.
Hace más de un año me los encontré en una librería de Bruselas. Agotado el
capital para la compra de impresa los dejamos en la estantería.
Volvieron aparecer este verano en otra librería en el
puerto de La Rochelle. Como no es lectura para el viaje volvimos a dejarlos
para otra ocasión.
Esta parecía ser la buena, hace un par de semanas en París.
Sonriendo en todas las mesas de las repletas librerías. Pues no. Puestos a
economizar gastos, que el ahorro lo invade todo, me senté a leer detenidamente
los tomos.
Bromas aparte y la distancia en que se escribió, esta literatura
de las buenas costumbres esta dirigida a gente profundamente deprimida. Esos
tipos y tipas que siguen manteniendo que el mundo es como se lo enseñan. Los
que se maman a golpe del National Geografic, los suplementos de la hoja
parroquial de Cebrián, las eyaculaciones escritas de sus amigos, las poesías para
inviernos nevados sin blanco, el revolucionario escritor de banderas múltiples
y bolsa bien llena.
Todo un mundo. El de los manuales para formación del espíritu
nacional para indulgentes mentales de izquierda y perro flautas. Que no crea
que la enfermedad sea solo francesa. Como estos, incluso el mismo, traducidos,
a cientos por las mesas de las librerías del Corte Ingles oiga. Para nenas brillantes y hombres geniales. Diferencias hay.
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