Uno está de guardia y como algo hay que hacer lee la
canallesca hispana. ¡Que atrocidad! ¡Delirio de plumillas! Uno ya no sabe si
dedicarse a los clásicos y abandonar el mundo metiendose en un convento lupanar, o
dedicarse a la revolución salvaje para combatir con el pensamiento a tanto
cretino mental que abarrota las hojas, digitales y de papel, de las voces de
sus amos.
Les he mentado muchas veces la teoría indiscutible de que
la patria es la infancia. A veces han leído aquí la otra verdad inamovible: De
una bandera no comes; sin ella te comen. Lo último lo aprendes viajando. Les
cuento. Mas.
He pateado por el Nadal los montes de Suiza. De retorno. Allí,
entre los prados verdes y las nieves del ocio abanean cada dos metros la
bandera de la infancia. Llegan a ser tan infantiles como los yanquis, que no
solo la cuelgan de los edificios sino también de los calzoncillos. Los suizos la
pegan en la gaseosa, el queso, el salami pseudoitaliano, la ropa interior, el café
que viene de otro lado, el papel higiénico y el gorro para tapar las orejas.
Venden el principio de primero los de casa y luego ya se verá. Como no son
cosmopaletos han dejado de contemplar las manufacturas de los de fuera como
vaca sagrada; solo se adquieren si son superiores. Puestos, lo que vale, un
litro de leche suiza, igual que un litro de leche galaica, es superior en
calidad al invento francés o Pascual de sabe dios donde se mezcla.
Si usted les menta la cosa te miran como se mira a un retrasado
mental. ¡Pues claro que compra los productos de la tierra!, que comprando ahí ellos
también hacen caja Es lo que les falta por entender a los mentecatos hispanos
que puestos a combatirse a sí mismo se gastan las pelas en aceites italianos
producidos en Jaén, champagne de mala muerta y etiqueta en extranjero,
mermeladas inglesas de higos de Hungría, a mitad de precio y originales en el
Aldi de la esquina…etc.
Saquen a ondear la bandera de la infancia, pónganselas en
las bragas y calzoncillos, a ver si algún día aprenden que nada es gratis en el
mundo. Para comer, lo primero, que no te coman.
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