martes, 8 de enero de 2013

Los juguetes de los machos


Pueden soliviantarse las hembras. Pero el primer libro que vi en una librería parisina se titulaba ¨Toys for ladies¨. Mucho más tarde encontré el juguete para los hombres. Una preciosidad para ver; el uno y el otro. Esos libros que deberían estar en toda buena biblioteca de dentista mientras que esperas a que te metan la taladradora; un decir. En las dos versiones -a las niñas modernas también les gustan los carros relumbrantes-exhiben siempre esas máquinas que tanto excitan a los machos.


¿Han entrado ustedes alguna vez en una barbería? Encima de la mesa, además de la canallesca local y el Hola del fútbol, siempre hay una buena colección de revistas de coches. Esas que publican comparativas de los últimos modelos que solo pueden comprar los reyes del pelotazo. Pero no vea usted como orgasmiza el personal soñando con la máquina que va a hacer que Purita se desagüe a pesar de las bragas de algodón que lo paran casi todo. Es internacional. En cualquier antro o lujosa barbería del mundo occidental.


Les confieso que a mí lo de las carros no. Siempre he tenido un deje de utilitarismo que me ha llevado a maravillarme con otras máquinas. Por ejemplo esos camiones con los que tres chalados se ponen a correr por las dunas de cualquier continente destrozando todo lo que pisan más que encuentran al paso. ! A ver quién se mete delante de ellos. Absolutamente irracional. Tiene usted toda la razón del mundo. Pero quien no ha soñado con hacer millas dentro de uno de ellos?.


No piense usted que solo nos tirábamos por la cosa extranjera. Hace muchos soles, entre las tazas del Franco compostelano, o por las tazas, si usted prefiere, antes de que se le ocurriera a nadie, ya discutíamos como hacernos con uno de aquellos formidables Uro que construían en Compostela a fuerza de plagiar al prójimo. Las carrocetas de mi infancia también, IPV creo, que servían para bajar de los montes los árboles que de aquella no se quemaban.


Pues nada, llenar el Uro de Estrellas de Galicia e irlas a beber a Senegal, en los tiempos en que el Paris- Dakar iba a Dakar, antes de que muriera Therry, su inventor, antes de que mataran el romanticismo.

Jamás lo conseguimos. En aquellas lunas la esponsorización de la patria no pasaba de las quinientas pesetas a la comisión de fiestas de San Roque. Además teníamos barbas rojas y el pelo alborotado. Poco de fiar. He conservado el vicio. Del sueño. Que es gratis
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Estas joyas me las encontré pateando las corredoiras suizas hace unos días. El primero es el coche del médico de Wengen. Lo usa para hacer visitas. Verano e invierno. Rehabilitado después de su uso militar. Los asientos posteriores, banqueta más bien, pueden camuflarse en el suelo, con lo que puedes transportar al enfermo a la estación del tren ya que otra carretera no hay. ! Envidia de carro y de medico ¡

El segundo, también adquirido en un depósito militar, sigue recorriendo las pistas de Murren, al otro lado del valle. En manos del fontanero local. Dos Puch, si hombre, el de las motos. Que allí en los montes de Suiza también vende objetos útiles, máquinas para niños mayores, los juguetes de los machos que siguen soñando con subir con él al monte más alto mientras que en la radio que no tienen suena a toda pastilla  Gloria de Patti Señora Smith.

 

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