Partimos de mañancedo poniéndole motor a las piernas. El
meteo anuncia sol hasta más allá del medio día. Se supone que da tiempo a
llegar. Foto. Volver.
Schilthorn. Cumbre de los Alpes a 2971. Donde
comienza el descenso del “Inferno”. Donde alguna vez usaron el lugar para rodar
una película de James Bond haciéndole esquiar de la noche al día mas esplendido
en un cuarto de minuto. Donde se contempla si el sol te lo permite las cumbres
del Wetterhorn, Schreckhorn, Eiger, Monch, Jungfrau, Breithorn, Tschingelhorn
Gspaltenhorn… en procesión, cola del paro, lo que usted quiera. Un lugar que se
supone hermoso y que en cualquier caso está ahí para tocarlo.
Subir se hace sin prisa. También sin pausas. Por mucho
que ahora también se ponga de moda subir a los picos batiendo records de
velocidad. La generación narcisista sigue cultivando con pasión la estupidez
como usted sabe.
El sol fue saliendo con más fuerza a medida que nos
aproximamos a la cumbre. Lo que se agradase ya que el viento frio te congela
las amígdalas. El resto es sudor y contemplar el panorama. Patrimonio cultural
de la humanidad lo han declarado los sesudos de la Unesco. Creo que si han
acertado.
Nos dio tiempo a llenar el estómago, hacer las fotos,
celebrarlo simbólicamente con un trago de vino tinto de la tierra, y descender
como Jesucristo de los cielos. Eso. El descenso, cuando los pinreles claudican,
los músculos duelen, los pies dicen que andes tú, y todavía no has llegado.
Legamos. Para concluir que un día de estos, cuando sea,
volveremos a subir.
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