Andábamos, entre la nieve, pateando las calles de Ámsterdam.
De celebración oportuna: la ninfa de las piernas de gacela ha llegado a la edad
oficial de ser declarada vieja, lo que nada dice de lo inmensamente buena que
sigue estando. Pero esto es un blog de viajes, por lo que eso no debe
interesarle.
Lo otro si. Te arrastras de canal a canal. Por las 9 calles. En el centro del Jordaan. El viejo barrio obrero de que todo turista de
pro debe visitar. Que allí sigue habiendo algo de lo que alguna vez hubo: el
pueblo revoltoso. Sorteas desquiciados en bicicleta, turistas perdidos, ninfas distraídas,
burgueses de asueto, más turistas mal embebidos y peor fumados, la artista de
su coño, la pintora del Herengracht, los obreros polacos haciendo horas extras,
las barby rusas que no se sabe si turistean o trabajan, los abogados judíos- trabajando-, los niños del Apple… y ¡coño, esa cara me suena conocida!
Pues allí esta. Las rúas empapeladas. Con el busca del
delincuente. Ese tipo ha sido declarado mangante oficial del reino. Del reino
tuyo aunque seas republicano. Del país del que dice tu pasaporte que vienes,
aunque sea mentira ya que tu patria no tiene estado. Ese, “tu” presidente,
aunque jamás lo votataste ni lo votaras, es buscado por Europa adelante por eso
que tú sabes: el arte hispano de vivir del prójimo. ¡Disimule oiga! Ponga cara
de Irlandés. Que son pequeños y algo rojos como nosotros. No se nota la
diferencia. Que uno de vergüenza ya va bien colorado.
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