domingo, 26 de mayo de 2013

Topkapi Sarayi; Mitos de Istanbul o Estambul si usted prefiere (1)


En cualquier guía que usted lea le dirán que debe poner los ojos en el palacio de los tiranos turcos. Tienen razón. Debe ir usted en peregrinación a maravillarse del lujo acumulado por los sultanes otomanos entre  1460 y la mitad del siglo XIX.

Siempre me asombra que en ningún de estos palacios imperiales se les explique al pueblo como sus antepasados eran explotados con placer. Pero eso es ideología peligrosa, dirán ustedes. No vaya a ser que la idea penetre en los cerebros agotados y se contagie la conclusion.  Lo dudo mucho. Usted ya sabe que al pueblo le va presumir de las gestas de sus tiranos aunque en ello les vaya la vida.

Las vidas de muchos y de muchas están enterradas en el devenir del palacio. Su vida se cabreara de lo que no le cuentan las guías: las colas inmensas para entrar. Están avisados: por muy pronto que usted se levante, abren a las 9, cuando llegue, estará rodeado de hordas de disciplinados asiáticos que vienen a contemplar los diamantes de la bisutería del sultán.

 
Por entrar el gobierno turco le sisa 20 liras por el palacio y ya dentro 15 por el harén. La mitad en euros. Les recomiendo que se saquen un pase para visitar todos los monumentos importantes de Istanbul. Sale, hoy, a 70 liras, 35 euros. Es la opción más económica. Eso sin contar que jamás volverá a tener que ponerse en esas colas interminables que siempre hay.

 No eviten visitar el harén. Es lo mejor del palacio. No se deje llevar por los abalorios de los joyeros que la masa a penas le dejara contemplar. Ojo a la cámara y la cartera que allí no hay lira segura a las manos finas de los ajenistas.

El harén representa el poder de las mujeres y la incompetencia del sultán. Ellas lo derrotaron. Si se sale el inglés pierda el tiempo en leer los textos explicativos. Le situaran la vista a las geometrías y arabescos de los muros en otro contexto.

El resto es patear salas vacías repletas de pueblo, oxigenarse mientras contempla el discurrir de los barcos por el Bósforo, perderse entre los jardines donde todavía hay silencio bajo la sombra de los árboles, pensar que amansaron fortuna y la perdieron. Saber que cualquier tiempo pasado fue peor. Confirmar que el agua es más importante que los diamantes. Repensar que por mucho sultán que fuera en invierno pasaba frio y en verano un calor insoportable. Cultive su dacha pues.

 
 

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