Los días de fin
de año, para los que ya nos emborrachamos, dan de mucho. Normalmente toca mar.
Hoy toco temporal. Ni ganas meterse en la carretera dando tumbos entre bebidos
y ventarrones.
Nos dedicamos a
la masturbación mental, que también es placentera. Contemplando las fotos de la
reciente excursión a Suiza. Allí nos encontramos con unos hórreos que ellos
llaman speicher o raccard. De base cuadrada se semejan más en su forma al
modelo cántabroastur que al galaicoportugués. No en su función que es
exactamente la misma.
La pregunta del día
es cómo es posible que “los pies”, las patas, sobre las que se sustentan estos
graneros sea en todos los países exactamente igual. Para los optimistas, algún día
un viajero llevo la idea de unas tierras a otras. Los raccards de Saas-Fee son
de 1800, pero se mantiene la teoría de que su origen es más antiguo; lo que
argumenta la tesis del viajero que pateaba el camino a Compostela como la idea.
¿No me dirá que no es una idea romántica para un buen fin de año con o sin
resaca?
La opción contraria
llama a poner los pies en la tierra explicando que hórreos iguales los hay en
Escandinavia, Japón, Serbia, Polonia, Persia y el África subsahariana…
Demasiado peregrino. ¿No? Jodido va el debate ya que los pies de todos estos hórreos
no se parecen en nada al modelo euroatlántico
Los más
optimistas se tiran por los celtas, que valen para todo. Pero aquí somos serios
los borramos del debate ya que quien no existe nada puede construir. Decir
celtas es no decir nada. Un cajón de sastre que se aplica a distintos pueblos
de distinta procedencia que se supone que existieron en determinadas épocas en
algunos territorios europeos. Si insisten en ese romanticismo les de mento los suevos, que si sabemos dónde y cómo han estado
¿Cómo va el
combate? La fracción Marvin Harris, leídos ellos, mantienen que para las mismas
funciones y bajo las mismas condiciones pueblos distintos elaboran artefactos
similares. Al fin y al cabo los hórreos euroatlánticos son productos de
vaqueiros y campesinos recolectores de
primero mijo y luego maíz.
La discusión sube
y las botellas bajan. La duda sigue. ¿Inventamos o copiamos?
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