domingo, 30 de noviembre de 2014

Amsterdam revisado


Ultimamente, por cosas que no vienen a cuento, frecuento Amsterdam en domingo. Confieso que nunca fue pueblo de mis amores. Hace tiempo me pagaban por levantar el alma en vilo de consumidores de paraísos artificiales inyectables y vi durante demasiado tiempo lo que hay detrás de los escaparates. Ya no pico.

Picarse es lo que hacen los nativos hoy en dia con tanto turista inútil. El agobio es tan grande que a la pregunta de ¿que quieres que te regale por navidad princesa?, responde la niña de mis ojos con un sonoro ¡un timbre para la bicicleta! Solución civilizada para ir separando ese rebaño de inteligencias que se cruzan de cualquier forma en el camino.

Es la expresion viva del fracaso del viajero, al que se odia con intensidad. No solo en Amsterdam. La misma epidemia se siente en Venecia, Brujas,Compostela, Paris, Praga, Florencia…donde usted quiera. Convirtieron hermosos pueblos en Disneylandia barata para ganar dos duros que ni a euro llegan. Lo aprendieron duramente los taberneros de Compostela que repetían este verano entre xarda y pimiento que esos del bocadillo tienen mas hambre que yo. Turismo masivo de iletrados que se mueve en rebaño para abultar la cartera de las multinacionales del turismo dejando la calderilla y la mierda para el pueblo mal votante.

A los holandeses ese papel no les va. Es un pueblo de anarquistas rebeldes; los escapados de media Europa que se refugiaron en los cenagales del Rhin para construir lo mas parecido a un paraíso. No están dispuestos a que nadie se lo lleve. Esta avisado. Tenga cuidado. Si usted cruza una calle de Amsterdam sin mirar previamente a ambos lados, se arriesga seguro a un improperio; de forma cada vez mas abundante a un manotazo. Es la guerra contra el turista. !Vete para casa! suena otra vez, en version militante, en los canales del norte 

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