domingo, 24 de mayo de 2015

De vuelta a las Hebridas



Retomamos el viaje que dejamos por necesidad hace exactamente 12 meses. Volvimos a las Hébridas. Paraíso de Europa. Islas dejadas de dios, que no existe, y del capital, el que siempre roba. Fuimos a visitar a los escocéses. Tribus que dejaron de ser gente para construirse, reinventarse, como pueblo.


Pasaporte, faltriqueira da prata, traje de aguas y diluvios, cámaras  de fotos y mac, gorra gorro y bufanda. Plumas y plumones. Siempre lluvia y viento. Siempre sol. Ese sol siempre sale. Aunque a veces no se vea.

Subimos el Land Rover al ferry de Ijmuiden- Newcastle-upon-Tyne, en tierras de esclavos. Desconocemos si es lo barato. Es lo lógico cuando el minutero marca las horas. Puede usted llegar por las tierras de la reina vieja pero no debe olvidar jamás que para ellos Escocia no existe y las carreteras mas allá de Glasgow son corredoiras que  ya ni los gallegos, otros parias de la periferia atlántica, estilan. La carretera de Dover a Edinburgh deja de ser autopista al pasar la frontera escocesa. El camino a Glasgow sigue la ruta del atraco ingles. Una mareante autopista llena de atascos e imposibles. El mar ya no es de todos pero libre de rotondas, policías, y semáforos, es rápido. ¿El tren bajo el canal? No sabia que usted fuera rico.

Los ferrys son un mundo aparte. Se lo contare uno de estos días. Los aduaneros ingleses esta vez no nos consideraron sospechosos de transportar armas ni droja, con j. Un alivio. Llovía a mares cuando llegamos. El mundo, histérico por abandonar el acero a pesar de la puntualidad nórdica –arribada al segundo- pugnaba por salir por donde no hay. Tardamos un rato en enfilar el camino a Edimburgo. ¿Usted ya sabe? De rotonda en rotonda y tiro porque me toca.




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