No crea
usted que allí hay gran cosa. Claro que la foto de las casas coloreadas del
puerto, las únicas que hay, se repiten en todas las postales que los turistas
en peregrinación hacen hasta el aburrimiento.
Portree
se ha convertido en el gran restaurante de la isla. Cada dos metros hay una
casa de comidas donde usted podrá saciar su hambre con los sabores mas variados
a precios moderados. Hasta el poco lujo que hay es comedido.
Que
presuma de puerto e incluso vea algún pesquero atracado no lleve a confundirle
el deseo. Allí pescan poco. Cultivan mas bien. Vieiras de sabor indefinido,
mejillones sin poder, cigalas exquisitas, algún pescado de piedra, el salmón
hasta la coronilla. El pueblo se tira a la carne en múltiples formas, que ya
sabe que es el destino de los pueblos que pasaron hambruna larga.
Tiene
el mejor supermercado de la isla, la cooperativa, en el centro. Oficina de correos
donde le darán el mejor cambio por sus euros. Dos o tres tiendas de regalos
imprecisos. Una librería y una oficina de turismo. El sr. alcalde, el medico,
la escuela, el policía, la gasolinera… ¿que mas quiere?
Alquilamos
una casa en el mismo muelle para dormirnos contemplando los barcos y desayunar
con la misma vista. Aderezada con leer en la cama mientras contemplas el mar
decidimos quedarnos. Una joya. Deshicimos el petate y nos pusimos a patear la
isla. Hasta que los minutos se agotaron y hubo que abandonar el paraiso.
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