sábado, 31 de octubre de 2015

Geyser, o como todos nos volvemos viejos






Cuando andaba por la facultad de  Medicina de Compostela sentaba cátedra el Dr. Domínguez. Cada curso, la lección comenzaba con una llamada a los estudiantes a no olvidarse jamás del paradigma numero uno de la fisiología: Todo órgano que no se usa se atrofia.

Le hicimos caso. Lo que no nos conto es que todo órgano, poco o mucho usado, pasado los años deja de funcionar. O lo hace mal. O precisa ayuda. Hasta la derrota final. Todos los órganos. En machos y hembras. Que en los machos algún órgano se visualice antes no quiere decir que no sea de uso universal.

Tan universal que hasta en la naturaleza el mecanismo se repite hasta la saciedad. ¿Ha oído hablar alguna vez de los geiseres. Esos chorros de agua que salen de la tierra profunda. El que le dio el nombre a todos se encuentra en Islandia. Sigue siendo el reclamo para turistas que en procesión van a verlo.

Se ha muerto. Allí, a parte de un letreo lapida que dice que es el, lo único que se ve es un charco de agua caliente. Se murió en fases. Lo acabaron de matar cuando los males médicos se dedicaron a producirle eyaculaciones artificiales. Revivió algo tras la explosión de algún volcán cercano. Hoy descansa en paz hasta que las profundidades de la tierra, algún día, vuelvan a vomitar el desastre llevándose por delante lo que encuentren.

Mientras los lugareños viven a cuenta de Strokkur. Así se llama el geiser de menor porte que eyacula cada diez minutos su orgasmo de agua azufrada. Como en la vida, de distintos tamaños y volúmenes. El pueblo lo fotografía. Yo también. Aunque les confieso que lo mas hermoso estaba al lado de los geiseres. Unos pocos metros mas allá. Me refiero a esos hermosos colores que toma la tierra volcánica en un día en que el sol nos acompaño.

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