Los Wikipedia están dispuestos a contarle a usted lo poco que saben de esta hermosa abadía que encontrara cerca de Gordes, entre el granito de los montes del Luberon provenzal. No tiene perdida. Una pista de mal asfalto y cuesta racuda lo dejara a la entrada. Donde los monjes ya se han encargado de que aparque usted donde debe. El resto es patear. Le guste o no.
Tienen la amabilidad de colocar algunas
plazas para aparcamiento de minusválidos en la entrada del camino al convento.
Alli, un kilometro antes, se les olvido explicarle que la abadía debido a sus múltiples
escaleras no es accesible para nadie de piernas frágiles y menos con
minusvalías. Pero ya sabe usted, en el camino, medio en medio, esta la tienda.
¡Y hay que consumir hermano! Que hoy la limosna que se estila es la de comprar
bolsas de lavanda que ya no huelen, trozos de jabón de Marsella, la miel de los
frades, el libro de los curas.
Alli llegamos. La nueva lavanda no esta
todavía en flor pero ira llegando las próximas semanas. A los que llegan tarde
les favorecerá la suerte de la fotografía lila. Que no es menos hermosa que la
que pueda hacer hoy en día.
Senanque es una abadía de belleza
reformada. Ha sido dibujada con la perfección de la sencillez. Ni haciéndolo
apropósito hubieran conseguido hacer un diseño tan japonés. Minimalismo puro en
los tiempos en los que los preceptos eran claros. Orar y trabajar y dejarse de
caralladas. No había tiempo para otra cosa. La comuna pre comunista de los
cristianos primitivos como camino al paraíso.
Creo que no lo consiguieron pero la han
intentado. Lo que sirve. El motor de la vida.
Entre una y otra cosa, subir, bajar, contemplar
el paisaje, los juegos de los adolescentes franceses, la desesperación de
padres y proyectos de, etc, entro el hambre feroz. Cosas de la química. Y a eso
no fuimos. Pero para eso viajamos con la casa a cuestas y un buen bocadillo
entre las sombras sabe a gloria y huele a pino.
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